Al principio de todo
Conservo muchos inicios de novela o cuento en la memoria. Pienso de inmediato en «Las monjas pusieron mucho empeño en enseñarme a ser buena», «Hoy mamá murió», «Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche», etc. No los recuerdo solo porque pertenezcan a libros clásicos, sino porque desde la primera línea captaron mi interés al prometerme un desarrollo que, en la mayoría de los textos mencionados, se cumple de forma satisfactoria.
A mi lista debo agregar el de la novela La vergüenza de Annie Ernaux. «Mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio». Exponer el hecho principal desde un inicio —y que será el eje de toda la novela— me hizo pensar de inmediato en La metamorfosis de Kafka; similares en la intención, pero diferentes en la relación entre el hecho y la realidad. Es decir, mientras que el autor checo presenta un hecho imposible que poco a poco se normalizará como parte del mecanismo de lo neofantástico, Ernaux expone un hecho violento de su niñez que es naturalizado por los padres.
La última afirmación es parte de su poética: utilizar episodios lacerantes de la vida como principal recurso literario. De esta forma podemos ser testigos del desdoblamiento de la autora como escritora, como objeto de creación literaria e incluso como personaje.
Esto podría considerarse común en el quehacer de un escritor, no obstante, es erróneo, ya que no todas las vidas —por más interesantes que parezcan— pueden servir de materia prima ficcional. Considero que el éxito de este tipo de género, en el que encaja la producción de Ernaux, consiste en tres requisitos obvios. A continuación, solo expondré dos. El primero es la identificación del lector con la vivencia expuesta. Y el segundo es el carácter universal y contemporáneo del mismo.
Tal vez allí radica el motivo de por qué la narrativa de no ficción peruana, en su mayoría, se ha estancado en la simple imitación de modelos extranjeros. Creer que la vida de un escritor es digna de ser publicada porque supuestamente es interesante solo ha producido libros repetitivos que terminan sus días en remates de fin de año. En algunos se expone el conflicto del padre-hijo solo con la búsqueda de construir un supuesto linaje. En otros casos es peor, ya que solo se intenta incursionar en este género para conseguir la inclusión dentro de una clase social.
Para concluir con la analogía, en el caso de Ernaux, insisto, no se busca normalizar un hecho imposible, sino que se pretende entender por qué un hecho tan terrible como el de asesinar a la pareja fue normalizado por los padres, protagonistas del evento; excepto por ella.
Novela fragmentada y sin partes
La vergüenza de Annie Ernaux es una novela fragmentada que se podría dividir en dos partes. La primera es la exposición del intento de asesinato por parte de su padre hacia su madre, incluyendo las reflexiones sobre este hecho y la forma de escribirlo; y la segunda es la reconstrucción del tiempo en el que se produjo el incidente, producto de un trabajo de la memoria.
Me centraré en la primera parte no titulada de la novela. Está compuesta por varios párrafos. Cada uno de ellos contiene la descripción de un hecho, una reflexión o una tesis. A continuación, un ejemplo.
A partir de entonces, les he dicho a varios hombres: «Cuando yo estaba a punto de cumplir doce años, mi padre intentó matar a mi madre». El hecho de haber necesitado decírselo demuestra lo unida que me sentía a ellos. Sin embargo, todos se quedaron en silencio después de oírlo. Y yo me daba cuenta de que había cometido un error, de que no estaban preparados para escucharlo.
Los párrafos se muestran ordenados, enlazados entre ellos a nivel temático, pero distanciados por su énfasis en la unidad, como si cada uno fuera un mundo cerrado en sí mismo, como si el siguiente apartado contuviera otra idea con la misma intensidad que la anterior. He allí el origen de su tensión narrativa. Un dato curioso es que como lector me sentí involucrado en la construcción del significado de la novela. No en el sentido del lector activo del siglo XX en donde se buscaba reconstruir el sentido global de los textos, sino como un lector al que se le da la oportunidad de respaldar o contradecir lo expuesto por la creadora. Por ejemplo, en el fragmento citado, ¿realmente los pretendientes no estaban listos para escuchar un hecho de tal magnitud? ¿Realmente ese es el error? ¿O es acaso una invitación a reflexionar sobre la vida de otros?
Escribir desde el trauma
La vergüenza no es solo una novela de no ficción —categoría no utilizada por la autora—, sino que es además un ensayo, un arte poética y a la vez un producto de todo su quehacer. Pronto nos expone su primer recurso; el diario, documento personal en donde apuntó diferentes vivencias, menos el que motiva la escritura de este libro. Las reflexiones sobre este punto son necesarias y habituales en una mayoría de escritores. ¿Hasta dónde llegan los límites de la confesión en la literatura? ¿Cómo escribir de un hecho traumático sin destruirte en el proceso? ¿Qué procede luego de narrar el trauma que ha marcado una vida? Preguntas que Ernaux se plantea y se responde desde la experiencia de quien ya ha recorrido esos caminos.
No obstante, el nuevo obstáculo para poder narrar su pasado es el lenguaje. La autora considera el uso del lenguaje como una traducción fallida debido a que convierte el recuerdo en una literatura no creíble. La escritura lo convierte todo en banal. Tal vez por eso el estilo empleado en la novela es directo, sin ningún tipo de adorno, y conciso, como si se buscara la eliminación del código mismo y de sus falsos significados y darle relevancia al contenido, a los hechos.
Retomando el proceso de escritura, es interesante cómo se aborda el tema de la literatura como ejercicio de memoria en donde se busca reconstruir el recuerdo mediante diferentes procedimientos. Mencionar que, pese a que la autora vivió su acontecimiento, este con los años terminó por nublarse, de tal forma que solo accedió a fragmentos, a escenas aisladas. En el mejor de los casos, a la atmósfera. El primero es hurgando en los propios pensamientos y el segundo es realizando un trabajo de investigación, sea en fotos familiares o en archivos de periódicos. De todo esto se desprende que la propuesta de Ernaux está muy alejada de un fluir de ideas o sentimientos veloces, sino que por el contrario es el trabajo de un riguroso proceso de reconstrucción de la memoria en donde se lucha de forma constante por la búsqueda de un significado pleno.
Lo expuesto hasta aquí son ideas fragmentadas, apuntes que intentan parafrasear y difundir lo escrito por la ganadora del Premio Nobel de Francia en el 2022. De igual manera, ojalá sirva como una invitación a leer a una autora que escribe de acontecimientos propios y universales, con un lenguaje honesto y natural. Último requisito de este tipo de género que deberían tener en cuenta sus verdaderos epígonos.